jueves, 26 de abril de 2012

Mamá Hulk




A veces soy malgenio. A veces me enojo con objetos, como si estuvieran confabulados contra mí. Como los audífonos por ejemplo. No importa cuán bien los enrolle, siempre se enredan. Siempre.

Hay días soleados que siento que los pajaritos me cantan en el oído y las flores florecen a medida que me ven pasar, como en esa escena de la película La Bella Durmiente de Disney. Hay días en que llueve estilo “ducha” como le dicen aquí y siento que los pajaritos son murciélagos rabiosos que me atacan por la espalda y las flores se marchitan con mi presencia. Pero sólo a veces.

La mayoría del tiempo, trato de ser simpaticona. Pero a veces, cuando no duermo bien, me caigo al lado oscuro y me transformo en Hulk. Para Baby Girl siempre tengo sonrisas, eso está claro, no puede ser distinto, no tiene la culpa. Pero alguien tiene que pagar, alguien tiene que recoger mi ira y los audífonos, en este caso, hacen oídos sordos. Y para eso NO está Mr. Right tampoco, mal que mal él no tiene la culpa. Ahora el problema son sus comentarios desafortunados e inocentes que despiertan a Hulk. 

Escenario 1: Primeros meses: mamá amanta, saca chanchitos, cambia pañales, amamanta, saca chanchitos, cambia pañales… (repitan estas frases 8 veces más agregando una ducha y una comida). Papá trabaja mucho e intenta ayudar a Mamá para que ella se duche. Papá toma a Baby Girl y luego de cinco minutos Baby Girl llora. Aquí viene la primera frase: “Parece que tiene hambre” (léase: uf, parece que hasta aquí no más llegué yo, es que no tengo pechuga…risas). Y Hulk hace su primera entrada.

Escenario 2: Mamá carga a 9 kilos de guagua durante el día, mientras amamanta, mientras ordena, mientras cocina, etc. Mamá sube y baja coche con Baby Girl por las escaleras. Mamá duerme con mitad del cuerpo fuera de la cama porque Baby Girl ocupa el 40% y papá el otro 50%. Papá llega de la oficina y carga a Baby Girl por un rato; ha llegado el momento que tanto anhela de subirla a sus hombros y ver como Baby Girl se ríe a carcajadas ahora que ve el mundo desde un rascacielos. Al día siguiente viene la segunda frase: “Estoy con un dolor de espaldas…, parece que donde subí a Baby Girl a mis hombros (anchos y fuertes) me quedé adolorido”. Y Hulk le recuerda a Mr. Right de su escoliosis maternal.

Escenario 3: 11 pm y Mamá y Papá se acuestan a dormir, esperando el milagro de despertar con los pajaritos y no con un llanto. Mamá comienza a soñar (probablemente algo relacionado con Hipoglós). 2am, Baby Girl tiene hambre. Toma papa y vuelve a dormir. Mamá se acuesta y vuelve a soñar (con Baby Girl). 4 am, Baby Girl quiere un abrazo… y se lo va a dar. Pero quiere que la abrace en la cama de Mamá y Papá y para allá vamos, todos juntos durmiendo como una familia feliz. 6am: Me despierto durmiendo con un pie en el suelo (como en mi mejor época universitaria, sólo que ahora no es por mareo sino porque me estoy cayendo de la cama). Baby Girl duerme como un ángel así que decido, sigilosamente, pasarla a su cama. Me vuelvo a dormir, ya no sé si sueño. 7am: Suena el despertador y cantan los pajaritos y aquí viene la tercera frase de Mr. Right: ¡Buenos días! (con tono fresco y descansado), ¿Baby Girl durmió de corrido toda la noche???. Hulk no dice nada. Sus ojeras lo dicen todo.

Escenario 4: Papá se levanta a un nuevo día que incluye clases de box, almuerzo con clientes, cierre de un negocio, un mousse de chocolate, una broma de un colega y un cachorro labrador en el camino. Mamá se levanta a un nuevo día que incluye amamantar, sacar chanchitos, cambiar pañañes y bueno, ya les conté. Papá llega a casa después de un día de adrenalina y aquí viene la otra frase: ¿Cómo te fue hoy mi amor?...daaahhhh ¿cómo me fue en el baño?. Por un momento quiero decirle que cuando bajé a botar la basura me encontré con Hugh Grant, pero me abstengo. Hulk sabe más.

Pero no importa cuantas frases gatillen a Hulk, no son muchas; porque siempre hay una que Mr. Right me dice. Ésa me la guardo para mí. Pero cada vez que la dice, los pajaritos vuelven a cantar y las flores a florecer, como en La Bella Durmiente[1].







[1] "Bella Durmiente"… Risas (Ni Bella, ni Durmiente, ni Rubia)

martes, 17 de abril de 2012

Primer Halloween





Menos de tres meses y Baby Girl ya tenía su primera invitación a una fiesta de disfraces. Un baby halloween organizado por una de mis amigas todopoderosas, de esas que son mamás y organizan fiestas al mismo tiempo.
La verdad es que no tengo los mejores recuerdos de Halloween. Más bien, no tengo muy buenos recuerdos de las fiestas de disfraces. De chica, cuando me tenía que disfrazar para un cumpleaños, me acuerdo que siempre terminaban arreglándome algo de última hora, porque obviamente y con toda razón mi mamá no tenía tiempo para zurcirme un traje de hada. Así que de una forma u otra, siempre terminaba con el mismo disfraz que nunca fallaba: gitana. ¿Qué mamá no tenía una falda larga, un pañuelo y unos aros de argolla? Si mal que mal ¡eran los ochenta! Por suerte siempre había otra gitana en el cumpleaños y secretamente nos mirábamos compartiendo nuestra desdicha.
Ahora Halloween. La verdad es que en Chile, la fiesta de las brujas no se celebraba mucho en ese tiempo pero poco a poco entre Salvado por la Campana y otros hits televisivos de los 90, nos fuimos americulturizando y la calabaza de la feria empezó a tener otra connotación a parte de la cazuela. Me acuerdo de mi  primer Halloween. Mi amiga nos invitó a su casa porque en su barrio había varios niños que se habían organizado para pedir dulces. Había que pensar en el disfraz (que no podía ser de gitana porque eso no era terrorífico). Mi grupo de amigas decidió que la temática serían Los Locos Addams, entonces nos teníamos que repartir los personajes. A mí me adjudicaron Pugsley el hijo gordito de los Addams (súper buena onda mis amigas).
Bueno, esta vez sería el primer Halloween de Baby Girl, así que tenía que hacer algo al respecto. El 30 de Octubre fui a comprarle un traje de calabaza a Baby Girl. Después de recorrer todas las tiendas infantiles me fue imposible encontrar algo porque estaba todo agotado. Todas los trajes de calabaza de 0 a 12 meses habían sido arrasados por otras mamás, y digámoslo bien, por mejores mamás que yo que se habían organizado con tiempo. El primer Halloween de mi hija y la iba a tener que disfrazar de gitana. Pero no me rendí. Si no había disfraz, yo se lo iba a hacer. Recorrí el supermercado buscando cosas de Halloween que me sirvieran para hacer un disfraz. Un poco ambicioso para alguien que tuvo promedio 5 en artes plásticas. Pero en fin, lo único que encontré con potencial fueron unos platos de cartón con unas calabazas. Después de usar unos 6 platos, terminé recortando la calabaza y la pegué en una polera de Baby Girl. Me quedó bien bonita la polera aunque para mis adentros me seguía sintiendo una mala madre.
Cuando llegué a la fiesta, todas las guaguas estaban disfrazadas con todos los trajes que yo no encontré, Damn!
Baby Girl se veía muy bonita con su disfraz, aunque la calabaza de cartón ya se estaba despegando y estaba colgando de una de las esquinas. Tuvo harta aceptación mi disfraz, después de todo fui la que le puse más empeño. Pero no le vamos a decir a Baby Girl que ese fue su primer Halloween, mejor me reivindico el próximo año ¡espero que no se acuerde!

martes, 10 de abril de 2012

Pechuga Suprema


Sin querer queriendo, la mayoría de mis amigas con hijos en Londres vienen de Latino América.  Es que tienen un qué se yo que hace que una se sienta más en confianza que con una finlandesa o una austríaca. O al menos conocen al Chavo del Ocho y con eso me quedo tranquila.

Lo curioso de esta relación con mis amigas latinas es que me he dado cuenta de la cantidad de palabras idiosincráticas que tenemos en Chile y que mis amiguis han adoptado con gusto; tales como “la guagua”, “al tiro”, “me tinca”, “cachai” y many more. Ahora, yo también he puesto de mi parte y he agregado un par de palabras papanamericanas a mi vocablo, tales como “el biberón”, “el sujetador”, “el carro”, “la barriga”, etc. Pero la que más me ha costado incluir es ésta: La Teta.
Creo que Chile debe de ser el único país Sudamericano que no usa la palabra “teta” libre y abiertamente como lo hacen en Colombia, Venezuela, Perú, Argentina, etc. No sé si será mi educación cartuchona o qué pero no es una palabra que se escuche en los matinales. O para ser del todo honesta, cuando la escucho es en este contexto: grupo de chicos adolescentes en la micro o en la plaza diciendo algo así como “¡la mina tiene las medias tetas!”… ¿feo cierto?
Pero aquí todos los hispano parlantes la usan, entonces tengo que usarla también, porque cada vez que digo “pechuga” me miran medio raro y además me siento siútica. Ahora que lo pienso es bien rara la palabra pechuga. ¿Por qué usar la anatomía del pollo?

A propósito de aquella palabra me gustaría hablar del amamantamiento (voy a usar esa palabra en vez de “dar la teta” como dicen por acá). Nunca dudé de amamantar a mi hija, menos en Inglaterra donde la lactancia materna se promueve mucho, además me encantan los “sujetadores” que tengo que usar[1]. En un comienzo me encantaba este espacio de comunión que tenía con Baby Girl, íntimo y de calma donde sí podía escuchar Enya de fondo. Luego de un mes, decidí invitar a mi Iphone a este momento tan íntimo…a Facebook, Emol, Angry Birds y Whatsapp. Es que tanta intimidad me empezó a pasar la cuenta, sobre todo cuando estaba con más gente y me iba a la pieza a amamantar. Me acuerdo que escuchaba las conversaciones de los otros que lo pasaban bien y yo ahí confinada sin poder hacer comentarios o a veces me daban ganas de gritar algo de la pieza para poder participar, pero me contenía para no asustar a Baby Girl. Empecé a encontrar medio injusto esto de esconderse cuando una da papa. Me perdía lo mejor de las conversaciones o aún peor: el postre.

Así que me empecé a desinhibir. Y como muchas mamás londinenses, empecé a sacar la pechuga delante de todos y en todos lados; restaurants, Starbucks, el parque y donde me pillara el hambre de Baby Girl. Del pudor pasé al orgullo, especialmente cuando veía a mi alrededor las caras de aprobación por parte de otras personas, especialmente mujeres (debo confesar que sería medio incómodo ver a un hombre sonreírme al verme sacar mi mamadera natural).
En Chile fue algo distinto, no me tocó ver muchas mamás amamantando en lugares públicos y no me extraña; si no nos atrevemos a decir teta, mucho menos la vamos a sacar fuera.



[1] Risas

martes, 3 de abril de 2012

Push Push Push!



Bueno, partamos por el principio que siempre es mejor. El embarazo.
La verdad es que tuve un embarazo fenomenal, nada de que quejarme. El sistema de salud británico me dio un buen servicio durante mi estado de gravidez e incluso me invitaron a una clase de preparación para el parto. La idea era que como futura mamá, planeara mi parto y  (yo) decidiera cómo Baby Girl vendría al mundo[i]. La verdad es que no tenía mucho susto. La mayoría de mis amigas en Chile que han tenido hijos tuvieron partos bien buenos así que pensé que yo no sería la excepción[ii].
Yo ya me venía preparando hace rato. Mi espíritu new age y élfico se apoderó de mí y me pasé gran parte del embarazo en total estado zen y yogi alimentando a mi pequeña con el mejor alimento espiritual y terrenal. Clases de yoga, natación, respiración, meditación y todas las otras terapias alternativas terminadas en ción o apia. Y fue con este espíritu que me dediqué a escribir mi plan de nacimiento con todo lo que quería para el día D. Una vez impreso lo dejé pegado en el refrigerador de modo tal que Mr. Right tuviera acceso directo en caso que el día del nacimiento me viera poseída por una doble personalidad de mujer parturienta, de esas que disparan combos, tiran garabatos  y sacuden al doctor para que les dé una epidural. Pero eso no me iba a pasar a mí porque la respiración lo puede todo.
Mi plan new age incluía parto natural en el agua con música de relajación de fondo; una banda sonora que incluía desde Enya hasta música de indios navajo. Mis aceites de lavanda para masajes, jazmín para aromaterapia y una serie de pequeños talismanes y rituales que me ayudarían a traer a Baby Girl al mundo de forma natural y mística.
Bueno, para no entrar en detalles escabrosos que pueden alterar al hipertenso, Baby Girl llegó al mundo después de 24 horas de un intenso trabajo de parto, la mitad sin anestesia. Sin piscina (y sin pieza por algunas horas), sin aromaterapia, sin lavanda ni jazmín y lo más terrible, sin Enya. Si hubiese tenido que elegir una banda sonora apropiada para el proceso creo que Eminem habría sido más ad hoc que Enya.
Mi hojita del refrigerador fue suplantada por una serie de cosas que no me esperaba, entre ellas epidural (que agradecí después de 9 horas de contracciones dolorosas que no se me pasaban con el “paracetamol” que me dieron), drogas para inducir el parto, antibióticos, más epidural y el temido y detestable fórceps.
Ya no me quedaban muchas fuerzas, y todo fue duro y difícil. Pero ver a mi chiquitita tan despierta y voraz de leche y mundo me devolvió la energía para abrazarla cada día.
Creo que el nacimiento de mi hija me dio la primera lección parental: parir y criar no siempre salen acorde al plan. A pesar de ser psicóloga siento que es muy poco lo que puedo hacer desde la teoría respecto a la crianza. Es más, puse los libros de “como ser buenos padres y bla bla bla” en una caja y ahora voy a ver qué es lo que mi hija me tiene que enseñar a mí. ¡A ver cómo me va!


[i] Risas
[ii] Risas